Reflexiones sobre el quinto aniversario de la pandemia de COVID-19
Es difícil creer que han pasado cinco años desde el inicio de la pandemia de COVID-19. Desde 2020, esta enfermedad ha cobrado la vida de más de 1.2 millones de estadounidenses, lo que representa más de 1 de cada 7 muertes reportadas a nivel mundial por COVID-19. Aunque algunos revisionistas en redes sociales intentan minimizar su impacto, es fundamental recordar que COVID-19 fue una de las epidemias más mortales en la historia de la humanidad, solo superada por la gripe española de 1918 y la peste bubónica, sin contar la epidemia de VIH/SIDA que aún persiste.
El legado de la pandemia y sus efectos persistentes
Afortunadamente, en 2025, los días de confinamientos y cuarentenas parecen ser un recuerdo lejano para muchos. Sin embargo, los efectos físicos, mentales y emocionales de la pandemia continúan presentes de diversas maneras. La pregunta que surge es: ¿estamos mejor preparados para la próxima pandemia?
Lamentablemente, la respuesta parece ser negativa. Si algo hemos aprendido, es que las pandemias no son eventos aislados. En 2009, ya experimentamos una pandemia de gripe porcina que causó hasta medio millón de muertes a nivel global. Actualmente, el virus H5N1 de la gripe aviar sigue propagándose en aves, mamíferos y aves silvestres en EE. UU., aumentando el riesgo de un posible contagio humano. Además, enfermedades como el mpox, MERS y el ébola son solo algunos de los patógenos que circulan actualmente y que tienen potencial pandémico. Y no podemos olvidar la posibilidad de un «Enfermedad X», un virus desconocido que podría surgir en el futuro.
Inversiones necesarias en preparación pandémica
¿Qué deberíamos estar haciendo que no estamos haciendo? En primer lugar, es crucial realizar inversiones en preparación pandémica en lugar de recortes. La retirada de fondos de EE. UU. hacia la Organización Mundial de la Salud (OMS) ha dejado un vacío significativo en los recursos destinados a la identificación y contención de brotes de enfermedades infecciosas. En 2023-2024, EE. UU. contribuyó aproximadamente con 120 millones de dólares para responder a emergencias de salud agudas y prevenir pandemias, pero este retroceso deja una gran falta de recursos.
Además, los recortes recientes a agencias como USAID están teniendo repercusiones en el terreno, lo que preocupa a los profesionales de la salud pública sobre el progreso en el combate a enfermedades como la tuberculosis. Con menos financiamiento, la preparación para pandemias se ralentiza, y la suspensión de negociaciones para un Acuerdo Pandémico y enmiendas a las Regulaciones Sanitarias Internacionales agrava la situación.
Desafíos en la investigación y formación en salud pública
A nivel nacional, los planes para despriorizar la investigación sobre enfermedades infecciosas y desfinanciar programas de formación en los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC) son una receta para tener una fuerza laboral de salud pública subfinanciada y poco capacitada para enfrentar futuras amenazas pandémicas. Aunque algunos empleados han sido readmitidos, los recortes drásticos a personal clave involucrado en la respuesta a pandemias significan una pérdida de experiencia invaluable.
La importancia de la confianza pública en la ciencia
En segundo lugar, las ideologías y antecedentes de algunos responsables de la salud pública en EE. UU. sugieren que, si surgiera una nueva pandemia en los próximos años, la respuesta podría ser la inacción. Recientemente, Robert F. Kennedy Jr. hizo una débil defensa de la vacuna contra el sarampión, las paperas y la rubéola para combatir un brote en Texas. Sin embargo, su historial de desinformación sobre las vacunas plantea dudas sobre su compromiso con la salud pública.
La administración Trump está reconsiderando casi 600 millones de dólares en financiamiento para la investigación de vacunas contra el H5N1, y el Dr. Jay Bhattacharya, quien podría ser el nuevo director de los Institutos Nacionales de Salud (NIH), ha defendido enfoques que se desvían del consenso científico. Aunque las políticas de COVID-19 en EE. UU. no fueron perfectas, hacer muy poco durante la próxima emergencia de salud sería imprudente.
Restaurar la confianza en la salud pública
Por último, debemos trabajar para reconstruir la confianza y el respeto hacia la ciencia, que se vieron afectados durante la pandemia. La retórica reciente de figuras influyentes en redes sociales y políticos ha cultivado una mentalidad conspirativa hacia las organizaciones científicas y de salud, que son vistas como corruptas e ineficaces. La investigación sobre COVID-19 ha demostrado que uno de los mayores predictores de la adherencia a las pautas de salud pública es la confianza en la ciencia y las autoridades sanitarias.
Si la nueva administración no logra restaurar esta confianza antes de que llegue la próxima pandemia, los riesgos serán graves. La capacidad de la población para seguir las recomendaciones de salud pública durante emergencias futuras dependerá de la confianza que tengan en la ciencia y en las organizaciones de salud.
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Fuente: https://time.com/7266503/covid-19-pandemic-5-years/